En una noche de verano
Muchas veces ansiamos las vacaciones para desconectar… pero estos días de verano están siendo una oportunidad para conectar con las personas que quiero y quizás están lejos el resto del año, con ese libro que espera paciente en la mesita de noche, con ese lugar de paz y regeneración, con esos placeres de niño que parecían olvidados, o con lo que me mueve verdaderamente de mi trabajo pero que, con el día a día, acaba pasando desapercibido.
Esto me pasó cuando uno de mis hijos me preguntó: “pero… ¿el director de la orquesta para qué está? Todos los músicos son buenísimos y parece que no hace nada…”.
Me dio muchísimo qué pensar. ¿Cómo le explico lo difícil que es hacer que parezca fácil algo muy complicado? Pensé en ese fenomenal speech de Riccardo Muti que compartí hace un tiempo, pero no era eso lo que él quería. Tenía que ser más ágil, más directa, más cercana.
Como una inspiración en la brisa de la noche andaluza, la metáfora del buen gobierno corporativo vino al rescate 😊
Y le expliqué a Salva que el director de orquesta es el puente, la conexión, entre el compositor que crea y es “propietario” de la música, y ese fenomenal equipo de artistas que la ejecutan. Cómo la ejecuten, cómo la interpreten, cuándo entra cada instrumento, qué ritmo le imprime, qué fuerza o delicadeza… dependerá enteramente de las pautas que marque el director. El director recibe el mandato del compositor en forma de partitura, y es su trabajo que su orquesta sinfónica la “juegue” (como dicen los ingleses, plays it) tan fielmente a lo que el compositor sintió en su cabeza-corazón-alma cuando la creó.
La responsabilidad del director es crucial en transmitir con todo en él la esencia de la pieza para que sus músicos a su vez entreguen cada uno su parte, y juntos suene algo fabuloso. Alinea al compositor con los intérpretes (la propiedad con los ejecutivos), y vela por que se preserve el propósito de la pieza, su misión, visión y valores que transmiten las notas.
Quizás parece que el director no hace nada pero… todos los músicos lo tienen de referencia, y esperan a ese gesto casi imperceptible, esa mirada, para hacer magia a través de su instrumento. La labor del director marca absolutamente la diferencia. Como decía mi marido: “Sin este director no sería lo mismo”.
Y así tal cual es. Por eso quise compartir en familia la oportunidad de ver a la Film Symphony Orchestra juntos, y muy en particular a Constantino Martínez-Orts, apasionado de lo que hace y que contagia esa pasión por el cine y la música de una manera que sales de ahí queriendo ver todas las pelis de las que te ha hablado, con ganas de disfrutar cada segundo como ves que él disfruta de cada nota.
Gracias por darme la oportunidad de describir de manera sencilla algo que puede parece muy etéreo como el buen gobierno corporativo, y por recordarme lo que hace vibrar mi alma.
¡Disfrutadlo vosotros también!